Wednesday 16 November 2011

Siempre queda algo por ver


Hoy he vivido un momento que me ha hecho recordar que tengo un blog y que os debo una disculpa por el tiempo transcurrido desde mi último post.

Cómo algunos ya sabéis, mis tiempos de becaria en la agencia de publicidad terminaron, no por ganas ni por obligación, si no por necesidad. Porque la experiencia laboral es importante, pero comer y pagar el alquiler, al final acaban haciéndole sombra. Así que he vuelto a las andadas por un tiempecito para agotar mis días en Londres (exactamente 33 contando desde hoy)  y llevarme a Madrid el bolsillo medio lleno.

Pues bien, todo esto venía a que he vuelto a trabajar de camarera, y con ello he vuelto a relacionarme con gente nueva, bonita, barata y de todos los colores. Toda la primera semana la pasé con los españoles y colombianos, también con algunos lituanos y letones, que desde que aprendí a insultar en ruso me encuentran graciosa, y más que como amiga, me quieren como mono de feria.  Pero  hoy, por primera vez me he ido a almorzar en el descanso con el sector africano. Nos hemos sentado todas en una mesa, y cuando me disponía a pegarle un mordisco a mi triste manzana (estoy a dieta desde ayer), veo como se agarran todas a su bocadillo de salami como si fuera “el bocata único que los domina a todos”, cierran los ojos, agachan la cabeza y se ponen a recitar algo en etíope… Llamadme inculta si queréis, pero eso, a las 10:30 de la mañana, desconociendo por completo el idioma y las costumbres de esta gente, asusta. Después de unos minutos qué a mí me han parecido horas, quieta, sin pestañear y con la manzana en la boca a medio morder como un cochinillo asado; he creído oír la palabra “Amen”.  Y no sé si ha sido por lo de “más vale malo conocido…” que he respirado tranquila.  Con todo mi respeto a todas las religiones… nunca había visto a nadie bendiciendo un bocadillo hasta hoy. Yo, que pensaba que en Londres ya no me quedaba nada por ver.

Así que durante mi jornada laboral de hoy, entre cafés, hamburguesas y pollo frito, he empezado a pensar en las cosas que no habría vivido ni visto nunca si no hubiese decidido venir a un lugar tan insólito como es Londres.

¿Quién ha visto en España a alguien llevando a la policía una mochila, que se ha encontrado por la calle, con un Mac, un IPhone y una cartera con casi cien libras dentro? O el colmo de la honradez: ¿Quién vuelve a una cafetería a decir que había pedido  y pagado sólo dos trozos de pollo, y que le habían puesto tres y quiere abonar la diferencia? Que en muchas tiendas de ropa no haya alarmas, y que existiesen hasta hace poco esas maquinas que se abrían pagando una libra para coger sólo un periódico de toda la pila, dice mucho de esta sociedad. Me imagino a los que cobran por señalarte los huecos en los parkings de toda España (sí, a esos que te rallan el coche si no les das nada) el pedazo de negocio que harían vendiendo periódicos a un Euro. Yo creo que la gente más honrada del mundo vive aquí, no digo que todos lo sean ni mucho menos, seguramente los más listillos del mundo también viven aquí.

Sobre el tema de las prácticas religiosas que comentaba antes, sólo en Londres he visto una iglesia católica, dos mezquitas y una sinagoga en la misma avenida.  Aquí no hay debates nacionales sobre el uso del velo, aquí la musulmana que trabaja en un Mc Donalds se pone la gorra encima del pañuelo y listo.

Sólo en Londres he visto ejecutivos borrachos vomitando por la calle un día de entre semana portátil en mano. Sólo en Londres he visto 4.000 personas disfrazadas para ver una película de los 80 en una pantalla gigante situada en un parking en mitad del distrito financiero (Future Cinema es la empresa que organiza estos eventos). Sólo aquí  he visto un asiático negro, mulatos rubios naturales, blancos con rasgos de negros e indios con ojos azules. Y sólo en Londres puedo decir negro y no negrito, sin que suene fuerte ni despectivo. En esta ciudad he visto desalojar un museo por culpa de una mochila de Bob Esponja abandonada  y he vivido en la misma casa con gente que no sé cómo se llama.

En el único país donde la lluvia no impide hacer nada y el sol llena los parques de chicas en bikini; en la ciudad donde hay más inmigrantes que locales, más ratones que personas, más enfermedades víricas circulando junto con el dinero y los lujos. Por mucho tiempo que lleves aquí, nunca lo habrás visto todo.