Hoy he vivido un
momento que me ha hecho recordar que tengo un blog y que os debo una disculpa
por el tiempo transcurrido desde mi último post.
Cómo algunos ya
sabéis, mis tiempos de becaria en la agencia de publicidad terminaron, no por
ganas ni por obligación, si no por necesidad. Porque la experiencia laboral es
importante, pero comer y pagar el alquiler, al final acaban haciéndole sombra.
Así que he vuelto a las andadas por un tiempecito para agotar mis días en
Londres (exactamente 33 contando desde hoy) y llevarme a Madrid el bolsillo medio lleno.
Pues bien, todo
esto venía a que he vuelto a trabajar de camarera, y con ello he vuelto a relacionarme
con gente nueva, bonita, barata y de todos los colores. Toda la primera semana
la pasé con los españoles y colombianos, también con algunos lituanos y letones,
que desde que aprendí a insultar en ruso me encuentran graciosa, y más que como
amiga, me quieren como mono de feria. Pero
hoy, por primera vez me he ido a
almorzar en el descanso con el sector africano. Nos hemos sentado todas en una
mesa, y cuando me disponía a pegarle un mordisco a mi triste manzana (estoy a
dieta desde ayer), veo como se agarran todas a su bocadillo de salami como si
fuera “el bocata único que los domina a todos”, cierran los ojos, agachan la
cabeza y se ponen a recitar algo en etíope… Llamadme inculta si queréis, pero
eso, a las 10:30 de la mañana, desconociendo por completo el idioma y las
costumbres de esta gente, asusta. Después de unos minutos qué a mí me han
parecido horas, quieta, sin pestañear y con la manzana en la boca a medio
morder como un cochinillo asado; he creído oír la palabra “Amen”. Y no sé si ha sido por lo de “más vale malo
conocido…” que he respirado tranquila.
Con todo mi respeto a todas las religiones… nunca había visto a nadie
bendiciendo un bocadillo hasta hoy. Yo,
que pensaba que en Londres ya no me quedaba nada por ver.
Así que durante
mi jornada laboral de hoy, entre cafés, hamburguesas y pollo frito, he empezado
a pensar en las cosas que no habría vivido ni visto nunca si no hubiese
decidido venir a un lugar tan insólito como es Londres.
¿Quién ha visto
en España a alguien llevando a la policía una mochila, que se ha encontrado por
la calle, con un Mac, un IPhone y una cartera con casi cien libras dentro? O el
colmo de la honradez: ¿Quién vuelve a una cafetería a decir que había pedido y pagado sólo dos trozos de pollo, y que le
habían puesto tres y quiere abonar la diferencia? Que en muchas tiendas de ropa
no haya alarmas, y que existiesen hasta hace poco esas maquinas que se abrían pagando
una libra para coger sólo un periódico de toda la pila, dice mucho de esta
sociedad. Me imagino a los que cobran por señalarte los huecos en los parkings
de toda España (sí, a esos que te rallan el coche si no les das nada) el pedazo
de negocio que harían vendiendo periódicos a un Euro. Yo creo que la gente más
honrada del mundo vive aquí, no digo que todos lo sean ni mucho menos,
seguramente los más listillos del mundo también viven aquí.
Sobre el tema de
las prácticas religiosas que comentaba antes, sólo en Londres he visto una
iglesia católica, dos mezquitas y una sinagoga en la misma avenida. Aquí no hay debates nacionales sobre el uso
del velo, aquí la musulmana que trabaja en un Mc Donalds se pone la gorra
encima del pañuelo y listo.
Sólo en Londres he
visto ejecutivos borrachos vomitando por la calle un día de entre semana
portátil en mano. Sólo en Londres he visto 4.000 personas disfrazadas para ver
una película de los 80 en una pantalla gigante situada en un parking en mitad
del distrito financiero (Future Cinema es la empresa que organiza estos eventos).
Sólo aquí he visto un asiático negro,
mulatos rubios naturales, blancos con rasgos de negros e indios con ojos azules.
Y sólo en Londres puedo decir negro y no negrito, sin que suene fuerte ni
despectivo. En esta ciudad he visto desalojar un museo por culpa de una mochila
de Bob Esponja abandonada y he vivido en
la misma casa con gente que no sé cómo se llama.
En el único país
donde la lluvia no impide hacer nada y el sol llena los parques de chicas en
bikini; en la ciudad donde hay más inmigrantes que locales, más ratones que
personas, más enfermedades víricas circulando junto con el dinero y los lujos.
Por mucho tiempo que lleves aquí, nunca lo habrás visto todo.